Un dulce reencuentro

Una de mis partes favoritas de la historia de la Pascua es Juan 20:10-18. Es la escena en la que Jesús se revela a María Magdalena en el sepulcro. Es la escena en la que Jesús se revela a María Magdalena en el sepulcro, convirtiéndola en uno de los primeros testigos presenciales de la resurrección. Al crecer, me resultaba fácil pasar por alto esta historia y pasar a la dramática escena en la que Jesús se aparece a sus discípulos. He perdido la cuenta del número de veces que he oído la historia de Jesús invitando a Tomás, que dudaba, a poner sus dedos en Sus manos y en Su costado.

Pero hace un par de años, mientras reflexionaba sobre este pasaje, me sorprendió la singular intimidad de este encuentro entre Jesús y María. Es raro encontrar relatos en los que Jesús no esté rodeado de al menos doce personas (y la mayoría de las veces el número asciende a miles), pero aquí se muestra intencionadamente a una sola. Una mujer que lo amaba lo suficiente como para seguirlo hasta su muerte (Mateo 27:55-56), que estaba sumida en el dolor por la pérdida de su amigo.

En ese momento, Jesús hizo una pausa y entró en el dolor de María. Le permitió sentir su dolor por el aguijón de la muerte, como hizo cuando lloró con otra María (Juan 11:33-35). No puedo evitar preguntarme si Él mismo sintió algo de esta emoción.

Me pregunto si Sus ojos brillaron de lágrimas al ver cómo se rompía el corazón de su amiga al ver la tumba vacía, aun sabiendo que Él estaba a punto de hacerlo todo de nuevo.

Me pregunto si había ternura en Su voz cuando hizo esa simple pregunta - "Mujer, ¿por qué lloras?" - dándole espacio para expresar el dolor de su alma antes de que se convirtiera en una alegría indecible.

Me pregunto si se le hizo un nudo en la garganta al oír el dolor de sus palabras, súplicas desesperadas pronunciadas entre sollozos angustiosos. ("Señor, si te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo buscaré").

Me pregunto qué sintió María cuando oyó pronunciar su nombre a su amigo más querido -Su Maestro, Su Sanador, Su Señor-, una voz que nunca pensó que volvería a oír. Cómo debe haber saltado su alma cuando se volvió y se encontró con Sus ojos (¿estaban bailando?) y corrió a abrazar al hombre que primero cambió su vida y luego salvó su alma.

Si soy sincera, parte de la razón por la que me gusta tanto esta historia es porque también me hace preguntarme si es una imagen de cómo será nuestro primer encuentro con Jesús después de nuestra propia resurrección.

Me pregunto si se nos pondrá la piel de gallina la primera vez que le oigamos pronunciar nuestro nombre.

Me pregunto si correrá hacia nosotros como el padre que corre al encuentro de su hijo pródigo, cogiéndonos en sus brazos y abrazándonos como si nunca nos fuera a soltar.

Me pregunto si su piel se sentirá cálida contra la nuestra, si seremos capaces de apretar nuestros oídos contra su pecho y escuchar los latidos de su corazón por nosotros.

Me pregunto si nos preguntará por qué lloramos.

Me pregunto si Él también llorará.


ACERCA DE NUESTRA BLOGUERA

Kati Lynn Davis creció en el condado de Chester. Tras una breve estancia al otro lado de Pensilvania para obtener un título de escritora en la Universidad de Pittsburgh, regresó al área y consiguió un trabajo en una biblioteca local. Cuando no está escribiendo, a Kati le gusta leer, dibujar, ver películas (¡especialmente de animación!), beber té de burbujas, pasear con sus gatos y salir a correr muy despacio. Kati está bastante segura de que es un Eneagrama 4, pero constantemente tiene una crisis de identidad al respecto, así que afortunadamente está aprendiendo a arraigar su sentido del ser en Jesús.


ACERCA DE NUESTRA TRADUCTORA

Liliana Daza es la hermana mayor de 4 hijas de una familia colombiana muy conservadora. Oriundos de un pequeño pueblo ubicado en el Oriente de Colombia en frontera con Venezuela donde creció y pasó su niñez. Luego se mudó a la capital para terminar sus estudios superiores en el área de tecnología. En el año 2011 se trasladó a los Estados Unidos junto con su familia debido a una oportunidad laboral. Desde temprano, Liliana ha sentido un llamado para servir y apoyar a la comunidad, por lo que aprovecha cada oportunidad que Dios pone en su camino para este propósito. Liliana disfruta de un buen café negro, viajar, comer buena comida, especialmente cuando viaja. Liliana hace parte de la Iglesia Willowdale en español casi desde sus inicios.