Qué hacer cuando estamos perdidos y asustados

Un verano hace años atrás, cuando vivíamos en Illinois, nuestra familia se reunió en un viaje a Chicago para visitar lo que entonces era la Torre Sears.

Encontramos estacionamiento varios pisos más arriba, en un gran garaje. En el ascensor sólo cabíamos ocho de los doce. Cuando los del primer grupo bajamos a la planta baja, las puertas se cerraron antes de que salieran mi hija Lauren y su prima Lori, ambas de unos seis años. El ascensor volvió a subir antes de que pudiéramos detenerlo.

Lauren recuerda que en el instante en que se cerraron las puertas, Lori se volvió hacia ella y le dijo: "Ahora estaremos perdidas para siempre". Entonces empezaron a gritar. Kristen, la gemela de Lauren, reaccionó inmediatamente aferrándose a mí.

Varios pisos más arriba, mi marido y su hermana oyeron los gritos, sin saber qué pasaba. Afortunadamente se abrieron las puertas en su piso. Las niñas corrieron hacia ellas llorando. En pocos minutos estaban con nosotros en la planta baja, pero todos estábamos agitados.

El resto del día nuestras niñas estuvieron ansiosas porque en la Torre Sears, de 108 pisos, había muchos viajes en ascensor. En todo momento les aseguramos que no volveríamos a dejarlas en un ascensor.

Durante años, nuestras hijas no se han llevado bien con los ascensores. Se agarraban a nosotros antes de entrar y salir del ascensor. Todavía sienten cierta ansiedad en los ascensores.

Me duele el corazón al pensar en la reacción de mi sobrina: "Ahora nos perderemos para siempre". 

¡Qué miedo les dio la experiencia a esas dos niñas! Aunque nunca se perdieron de verdad, estaban solas y desamparadas.

Quizá estemos acostumbrados a oír hablar de "los perdidos" en la Iglesia. Jesús vino "a buscar y a salvar a los perdidos", a los desamparados que están sin Él (Lucas 19:10). Imaginar a mi hija pequeña y a mi sobrina sintiéndose pérdidas y asustadas en Chicago me ayuda a pensar en esto de una nueva manera.

Jesús contó varias parábolas en Lucas 15 sobre cosas perdidas que ilustran el valor de cada individuo. Hay una oveja perdida, una moneda perdida y un hijo perdido. Jesús murió por los perdidos, por cada uno de nosotros, para que pudiéramos encontrar una relación con Él, nuestro Redentor. Cuando comprendí Su sacrificio por mí y creí, fue como volver a casa, al lugar más seguro que podía imaginar.

El sentimiento de miedo de mi hija y mi sobrina al perderse fue una respuesta normal; la mayoría de nosotros, si somos sinceros, tenemos temores. Mientras que para ti pueden ser las alturas, los bichos, hablar en público o la oscuridad, yo temo caerme. Esto se debe en parte a mi madre, que sufrió caídas graves en numerosas ocasiones, rompiéndose huesos o necesitando puntadas. Una de ellas fue en las escaleras mecánicas de un aeropuerto de Chicago, pero de algún modo consiguió llegar en autobús a nuestra ciudad antes de buscar atención médica para su rodilla fracturada. Creo que vivió sin temor, aunque a veces en negación.

El miedo fue real para muchos en nuestra comunidad local el verano pasado, cuando un preso fugado estuvo en nuestros alrededores durante dos semanas. Recuerdo haber planificado cuidadosamente dónde estacionar una noche para una reunión de un grupo de oración en la Willowdale Chapel y haber estado vigilando por encima de mi hombro cuando entraba y salía del edificio. El temor parecía más alarmante porque el hombre estaba acampado en Longwood Gardens, que siempre antes había sido un lugar de belleza y serenidad.

Incluso mientras estaba retocando este blog, experimenté mi primer terremoto. No podemos negar que el peligro existe. Pero, ¿cómo manejamos nuestros miedos?

La Palabra de Dios nos anima a ser fuertes y valientes, a no temer. En realidad, es más bien un mandato a no tener miedo. Es difícil de hacer, pero podemos combatir nuestros miedos buscando las promesas de protección de Dios.

Una amiga contó una vez que su hijo tenía pesadillas. Le leyeron el Salmo 91 y oraron sobre su hijo el versículo: "No temerás los terrores de la noche". El Salmo 91 promete que bajo las alas protectoras de Dios encontraremos refugio. También nos dice que Él ordena a sus ángeles que nos guarden dondequiera que vayamos. Su método es una gran estrategia.

El Salmo 36:7-8 proclama más ánimo.

¡Cuán preciosa, Dios, es tu misericordia!

¡Por eso los hijos de los hombres

se amparan bajo la sombra de tus alas!

Serán completamente saciados de la grosura de tu Casa

y tú les darás de beber del torrente de tus delicias,

Si experimentamos un miedo abrumador, puede ser necesario explorar la consejería cristiana.

Pero probablemente todos podamos beneficiarnos meditando con frecuencia en las afirmaciones de la Palabra de Dios sobre el refugio que Él nos brinda.

En algún momento todos hemos estado perdidos en cuanto a nuestra fe. Su deseo para nosotros es encontrar un hogar en Él y conocer la paz y la seguridad bajo Sus alas.


ACERCA DE NUESTRA BLOGUERA

Linnea Tideman siempre ha disfrutado compartiendo historias. Su infancia en New Hampshire y su herencia sueca le han proporcionado una gran cantidad de experiencias, pero también la base de su fe. Le gustan los proyectos creativos, los viajes, los libros, la costura, la jardinería, pero sobre todo la hospitalidad, a menudo organiza elegantes tés y ocasionalmente algo grandioso como recrear la cena en el Titanic. Sirve en los ministerios de UrbanPromise y Good Neighbors. Linnea vive en Landenberg con su esposo Dave. Tienen tres hijas mayores. Ella espera que sus escritos reflejen cómo Dios continúa revelándose a nosotros como nuestro pastor y Salvador.

ACERCA DE NUESTRA TRADUCTORA

Maritza Zavala Smith nació en Guanajuato, México, y se trasladó a los Estados Unidos cuando tenía siete años. Estudió Salud Pública en Penn State, donde conoció a su esposo. Llevan 8 años casados y tienen dos niños gemelos y una bebe. A Maritza le encanta viajar y bailar salsa. Cuando no está deleitándose con el té verde matcha con leche y estando al aire libre con sus seres queridos, puedes encontrarla aventurándose con su tribu a través de los libros.