Hace poco escuché al pastor Johnny Johnston, de Willowdale Chapel, predicar sobre el Apocalipsis, y habló sobre el hecho de que Jesús es el Señor y el Salvador. El pastor Johnny hizo énfasis en que Jesús no es solo nuestro Salvador, sino también nuestro Señor.
"Señor y Salvador" es una frase que he escuchado toda mi vida... pronunciada en los servicios religiosos y mencionada en las Escrituras en numerosas veces. Ese día la escuché de manera diferente. Lo asombroso de la palabra infalible de Dios es que es es "viva, eficaz y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón." (Hebreos 4:12 NVI)
Ese día no fue una excepción. Allí estaba yo, escuchando sin sospechar nada un sermón sobre el Apocalipsis, ¡y de repente! El mensaje de que Jesús es el Señor y el Salvador me llegó de una forma nueva y fresca.
Me impactó que Jesús es tanto Señor como Salvador: son las dos caras de la misma moneda. Cuando aceptas a Jesús como Salvador, estás reconociendo que Él también es tu Señor. Romanos 10:9 "Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo." ¿Quién de nosotros no quiere ser salvo? Pero la parte de Señor... eso puede ser un punto conflictivo para mí.
La salvación suele llegar cuando somos lo suficientemente humildes como para admitir que no podemos afrontar solos esta cosa llamada vida. Quizás hemos estado ocupados trabajando por nuestra propia marca de salvación: la salvación a través de un alcance limitado de la realidad formado por las opiniones de quienes nos rodean y, lamentablemente, a veces por el espíritu de la época. Ese tipo de falsa salvación no requiere rendirse a Jesús como Señor de nuestras vidas y plantea la pregunta: ¿Qué versión de la salvación estamos buscando? ¿La nuestra o la Suya?
Cuando Jesús nos salva, también nos da un plan de vida que implica nuestra entrega completa. Cuando habla de negarnos a nosotros mismos, tomar nuestra cruz y seguirlo en Lucas 9:23, Mateo 16:24 y Marcos 8:34, Jesús está estableciendo su señorío al tiempo que reconoce nuestro deseo humano muy básico de gobernar y erigirnos como pequeños dioses. Llegamos a la salvación y conocemos a Jesús como Salvador porque, francamente, no podemos confiar en nuestras propias vidas. Mi propia historia es una montaña rusa de buenas y malas decisiones, desviándome de la voluntad de Dios, como un piloto de carreras que intenta mantener la tracción bajo precaución.
Jesús, nuestro Salvador, quita los pecados del mundo y nos lleva a la vida eterna con Él. Necesitamos predicar este mensaje de salvación a nosotros mismos y al mundo que nos rodea a diario. Sin embargo, la rendición de la propia voluntad no se detiene en el primer reconocimiento de la gracia salvadora de Jesús, sino que es una sumisión constante que hacemos con CADA DECISIÓN.
Para ser sincera, no me gusta esa palabra: sumisión. Uf. ¿Por qué? ¿Por qué Jesús no puede guiarme y orientarme cuando estoy en mi mejor momento, en modo jefa, colocando los bolos y derribándolos, haciendo alarde de todos mis conocimientos, utilizando mis habilidades y mostrando todos mis increíbles talentos que he trabajado tan duro para desarrollar? (Querido lector, ¡espero que te estés riendo!)
¿Por qué?
Porque:
“Mi gracia te basta, porque mi poder se perfecciona en la debilidad.” 2 Corintios 12:9a
Nuestra propia fuerza no es de ninguna ayuda para un Dios poderoso. Nuestra parte es rendirnos humildemente a Su señorío. Él no necesita nuestra fuerza y habilidades para llevar a cabo Su obra, pero con amor nos permite usarlas en Su servicio, preparando de antemano buenas obras para que las hagamos. (Efesios 2:10)
El mundo nos dirá que somos suficientes por nosotros mismos; que nuestra fuerza, tenacidad y determinación nos harán ganar elogios y recompensas. A veces recibimos el mensaje falso de que podemos tener una relación superficial y distante con Jesús el Salvador y que eso será suficiente para salvarnos a nosotros, las “buenas” personas.
Sin embargo, el tesoro de la luz salvadora de Dios y el conocimiento de Su gloria reside en nuestra fragilidad, "en vasos de barro para mostrar que este poder que todo lo supera proviene de Dios y no de nosotros." La sumisión continua a Su señorío nos traerá la vida abundante que Jesús vino a darnos.
No solo mi Salvador,
sino también mi Señor.
Me entrego a Su señorío.
Me someto a Su liderazgo.
Salvación y sumisión.
No son cosas separadas.
“Creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. ¡A él sea la gloria ahora y por siempre! Amén.”
2 Pedro 3:18 NVI
ACERCA DE NUESTRA BLOGUERA:
Sarah Flowers vive en la campestre ciudad de Chadds Ford, donde ella está rodeada de belleza y conexión con la tierra y su historia. Le encanta el café y las flores y conocer a Jesús. Eterna aprendiz, busca seguir el plan de Dios para llevar la justicia a los menos favorecidos. Sarah se declara optimista en serie y melómana; ¡siempre hay un camino hacia el lado soleado y una banda sonora para el viaje! Es madre y esposa y una exalumna agradecida de la Universidad de Northwood. Sus experiencias anteriores incluyen profesional de la industria automotriz y diva de los zapatos. Sarah sirve en el equipo de diáconos en la capilla de Willowdale.
ACERCA DE NUESTRA TRADUCTORA:
Maritza Zavala Smith nació en Guanajuato, México, y se trasladó a los Estados Unidos cuando tenía siete años. Estudió Salud Pública en Penn State, donde conoció a su esposo. Llevan 8 años casados y tienen dos niños gemelos y una bebe. A Maritza le encanta viajar y bailar salsa. Cuando no está deleitándose con el té verde matcha con leche y estando al aire libre con sus seres queridos, puedes encontrarla aventurándose con su tribu a través de los libros.
