Es junio y el comienzo del verano está a la vuelta de la esquina. Empezamos a ver que las flores silvestres de principios de primavera dejan de florecer, los árboles se expanden y la atención se centra poco a poco en la vegetación de verano. No tengo mucha experiencia en jardinería, pero me interesa mucho, incluso he tomado algunos cursos para prepararme cuando tenga mi propia casa. Algo que aprendí recientemente. y que me pareció interesante es cómo las plantas de tomates desarrollan raíces más fuertes al trasplantarlas. Trasplantarlas puede provocar un marchitamiento temporal, pero a la larga les ayuda a ser más resistentes a diferentes factores de estrés al crear un sistema de raíces más robusto. La transición y la pérdida de estabilidad en un entorno pueden provocar la transformación y el crecimiento en uno nuevo.
Esta idea de transformación me hace pensar a su vez en el Pentecostés, fecha a la cual nos estamos acercando. Reflexiono sobre cómo debieron sentirse los discípulos en ese primer Pentecostés mientras esperaban ansiosamente la llegada de la promesa del Espíritu Santo. Habían estado con Jesús, presenciando sus enseñanzas, milagros, muerte, resurrección y ascensión. Jesús les había dicho que esperaran en Jerusalén la venida del Espíritu Santo. Aunque ya estaban empoderados y comisionados por Él, ésta iba a ser una gran transición para ellos. Estoy segura de que extrañaban ver a Jesús personalmente, caminar y hablar con Él a diario. El hecho de tenerlo presente físicamente les daba una sensación de propósito y estabilidad, pero la pérdida de su presencia no debe de haber sido fácil, aunque fue necesaria y valió la pena. Incluso Jesús dice en Juan 16:7 que sería mejor para Él irse, para así poder enviar al Consolador.
He pasado por muchas transiciones en mi vida, algunas más importantes que otras. Una significativa fue emigrar a este país. Aunque fue un viaje quizás menos arriesgado que el de muchas otras personas, mi integración a la cultura estadounidense desde México fue traumático en ciertos aspectos. También impactó mi vida profunda y positivamente. Me dio la oportunidad de obtener una buena educación, ser la primera de mi familia en ir a la universidad y encontrarme con Dios de una manera nueva y personal, en el verano antes de mi último año de universidad.
Otra transición importante en mi vida, además de casarme y ser madre primeriza (con 2 bebés al mismo tiempo), fue cuando nos mudamos con nuestra familia al condado de Chester para vivir con mis padres hace unos 6 años. Si bien la mudanza fue necesaria para que nuestra familia pudiera sobrevivir mientras mi esposo cursaba su doctorado, no sabíamos del todo cómo Dios iba a usar esta transición en nuestras vidas. Antes de mudarnos, vivíamos en nuestra propia casa en Baltimore y participábamos activamente en nuestra iglesia bilingüe. Perder un ingreso estable, mudarnos de casa y alejarnos de una comunidad de fe, fue como perder nuestra estabilidad e identidad. Nuestra iglesia de Baltimore era donde nos casamos y donde servíamos como líderes en diferentes ministerios. Baltimore también es la ciudad donde dimos la bienvenida a nuestros gemelos, pero sabíamos que Dios nos llamaba a tomar esta decisión. Como líderes, tuvimos la oportunidad de dar un mensaje de despedida a nuestra familia de la iglesia de Baltimore. En él, dijimos: "No sabemos todo lo que nos depara el futuro, pero confiamos en que Dios nos guiará y proveerá para nosotros en el camino". Y vaya que proveyó. Para empezar, encontramos una nueva y maravillosa familia en la iglesia, Willowdale en Español, donde rápidamente nos sentimos acogidos como en casa. Nos mudamos un poco antes de que llegara la pandemia del COVID, pero ya pudimos hacer la cuarentena con mi familia, no nos sentimos tan aislados como lo habríamos estado si todavía viviéramos en la ciudad. Mudarme con mis padres también me permitió seguir siendo ama de casa, educar a mis gemelos en nuestro hogar, trabajar a tiempo parcial y tener tiempo para servir a nuestra familia de Willowdale.
Ahora nos encontramos en otra etapa de transición. Mi esposo aceptó recientemente un puesto de profesor a tiempo completo en la Universidad Messiah y anticipamos mudarnos para estar más cerca de su trabajo. Una vez más, siento que nos alejamos de la estabilidad, la comodidad y de la comunidad. Aunque pueda resultar desconcertante, cuando le confieso a Dios mis temores sobre los cambios futuros, él me ayuda a encontrar su mano en mi vida, recordándome con dulzura que Él tiene el control. Veo cómo Él ha usado las transiciones en mi vida como oportunidades para fortalecer mi confianza en Él. De la misma manera que Jesús les dijo a sus discípulos que enviaría al Espíritu Santo para consolarlos y empoderarlos, también puedo confiar en que su Espíritu está conmigo dondequiera que vaya. De hecho, cada uno de nosotros puede confiar en que Dios obra en todas las cosas, incluso en las transiciones dolorosas, para que sigamos fortaleciendo nuestra fe y nos transformemos a la semejanza de Cristo (Romanos 8:28-29).
Si tú también te encuentras en un período de transición o estás anticipando uno, te animo a poner tu mirada en Cristo. Sea cual sea el dolor, la pérdida y la incomodidad que esta transición pueda traer, puedes confiar en que Dios está contigo y usará este proceso profundamente en tu vida. Así como los discípulos esperaron en su momento en medio de la pérdida, pero con anhelo el derramamiento del Espíritu Santo, confiamos en que Dios nos consolará y nos capacitará para realizar la obra a la que Él nos llama.
ACERCA DE NUESTRA BLOGUERA
Maritza Zavala Smith nació en Guanajuato, México, y se trasladó a los Estados Unidos cuando tenía siete años. Estudió Salud Pública en Penn State, donde conoció a su esposo. Llevan 8 años casados y tienen dos niños gemelos y una bebe. A Maritza le encanta viajar y bailar salsa. Cuando no está deleitándose con el té verde matcha con leche y estando al aire libre con sus seres queridos, puedes encontrarla aventurándose con su tribu a través de los libros.
ACERCA DE NUESTRA TRADUCTORA
Andrea Aballay es de profesión Ingeniera Agrónomo y máster en Ciencia, aunque en los últimos años Dios le ha entregado nuevos dones en el arte de la decoración y manualidades. Ella es muy detallista y comprometida en todas las labores que se le encomiendan. Nació en Santiago de Chile, y tuvo una oportunidad laboral aquí en USA, por lo cual llegó a este país a finales de 2009. Ella está casada con Jorge, tienen dos adorables niños y viven en Delaware. Aunque Andrea y Jorge en Chile estudiaron en la
misma universidad, misma carrera y tienen múltiples amigos en común, se conocieron aquí en Estados Unidos (ese fue el plan de Dios). Ambos sirven en el ministerio de niños y en distintos ministerios en el servicio en español. A Andrea le gusta la comida saludable, hacer ejercicios, además le encanta viajar a lugares nuevos, reunirse con sus amigos y conversar con otros, especialmente lo que Dios ha hecho en sus vidas.