Este año planeamos viajar la semana antes de Pascua, y con todas mis preparaciones de último minuto, pospuse la compra del jamón de Pascua. ¡Estaba decidida a canjear el cupón para jamón gratis que había ganado en el supermercado! Pero el tiempo se me fue; tendría que recoger el jamón después del viaje, el día antes de Pascua.
Al llegar a casa de nuestro viaje, fui directo al supermercado. ¡Pero por desgracia! Al llegar a la sección de carnes, ¡no quedaban jamones! ¡Mi procrastinación me había costado mi jamón de Pascua! Me recriminaba a mí misma (¿soy la única que piensa que ir al supermercado es un deporte competitivo?) hasta que vi que mi cupón también me daba descuento en un jamón premium. Desesperada por terminar la compra y los preparativos de la cena de Pascua, decidí aprovechar la situación y comprar el jamón más pequeño disponible para mi familia de tres. Fui a la caja de autoservicio e intenté usar mi cupón, pero no funcionó. Después de un poco de confusión, ¡el encargado se acercó y me descontó el precio total del jamón premium! ¡Fue completamente inesperado! Pensaba que me harían un descuento, pero desde luego no pensaba que me regalarían el mejor jamón.
Al día siguiente preparé la mitad del jamón grande y deshuesado para la cena de Pascua de mi familia, y sobró suficiente para hacer sándwiches.
¿Pero qué hacer con el resto?
Coincidentemente (¿o no?), mi amiga y líder del estudio bíblico estaba en mi casa el martes para ser entrevistada para el pódcast que conduzco. Planeaba recibir a nuestro grupo de estudio bíblico para el desayuno del día siguiente y me comentó que aún estaba afinando los detalles del menú. ¡Pues yo tenía justo lo que necesitaba! Abrí el refrigerador y… ¡voilà! ¡La otra mitad del jamón deshuesado!
Esa misma tarde, recibí un mensaje de otra amiga cuya suegra estaba gravemente enferma. Esperaba poder almorzar conmigo al día siguiente para recibir algo de apoyo tan necesario, así que hicimos planes para vernos después del desayuno del estudio bíblico. El miércoles por la mañana, corté el jamón junto con algo de piña fresca y decidí ponerlo en una hielera, por si no se consumía todo. Nuestro grupo de estudio disfrutó de jamón con piña esa mañana, y hasta pude darle un poco a nuestra anfitriona para que lo usara como ingredientes para pizzas esa noche. Como todavía quedaba una buena cantidad, lo guardé nuevamente en la hielera.
El almuerzo fue un respiro muy necesario para mi amiga, y ella estaba agradecida. Habían sido días difíciles para la familia y solo necesitaba pasar un rato con sus amigas. Al despedirnos, mencionó que aún no sabía qué iba a preparar para la cena esa noche (lo cual puede sentirse imposible cuando estás de duelo). Pensé... ¡un momento! ¿Qué tal jamón con piña? Efectivamente, ¡mi jamón gratis pudo proveer aún otra comida más!
Mientras reflexionaba sobre mi semana tan agitada, noté cómo Dios obra —proveyendo para nosotros incluso cuando sentimos que hemos procrastinado o fallado. Recibí un regalo inmerecido en forma de un jamón gratis, y a su vez, pude compartirlo con otros. Mi gratitud por ese simple jamón creció exponencialmente al compartirlo— ¡y ni siquiera lo había ganado!
El amor de Dios es así. No importa cuánto nos esforcemos o no para merecerlo; todo lo que tenemos que hacer es aceptar ese regalo inmerecido. Él siempre está ahí para proveer: para tomar nuestros esfuerzos y convertirlos en algo mayor de lo que serían sin Su provisión.
A pesar de la conveniencia de los supermercados, me encanta la idea de que una cosa tan simple como compartir un jamón pudiera bendecir a tantas personas. No suelo notar las pequeñas cosas que Dios provee para mí. Es fácil pasarlas por alto o no verlas en medio del ajetreo de nuestras vidas. Me hizo falta un jamón de Pascua gratis para darme cuenta de que Dios continuamente toma mis humildes panes y peces y los convierte en provisiones benditas para quienes me rodean.
ACERCA DE NUESTRA BLOGUERA:
Sarah Flowers vive en la campestre ciudad de Chadds Ford, donde ella está rodeada de belleza y conexión con la tierra y su historia. Le encanta el café y las flores y conocer a Jesús. Eterna aprendiz, busca seguir el plan de Dios para llevar la justicia a los menos favorecidos. Sarah se declara optimista en serie y melómana; ¡siempre hay un camino hacia el lado soleado y una banda sonora para el viaje! Es madre y esposa y una exalumna agradecida de la Universidad de Northwood. Sus experiencias anteriores incluyen profesional de la industria automotriz y diva de los zapatos. Sarah sirve en el equipo de diáconos en la capilla de Willowdale.
ACERCA DE NUESTRA TRADUCTORA:
Liliana Daza es la hermana mayor de 4 hijas de una familia colombiana muy conservadora. Oriundos de un pequeño pueblo ubicado en el Oriente de Colombia en frontera con Venezuela donde creció y pasó su niñez. Luego se mudó a la capital para terminar sus estudios superiores en el área de tecnología. En el año 2011 se trasladó a los Estados Unidos junto con su familia debido a una oportunidad laboral. Desde temprano, Liliana ha sentido un llamado para servir y apoyar a la comunidad, por lo que aprovecha cada oportunidad que Dios pone en su camino para este propósito. Liliana disfruta de un buen café negro, viajar, comer buena comida, especialmente cuando viaja. Liliana hace parte de la Iglesia Willowdale en español casi desde sus inicios.