«Hola, me llamo Depresión».
"¡Encantado de conocerte, Depresión! Soy PTSD".
"¿Ya conoces a mi amigo TOC? Suele estar cerca de la Ansiedad".
"¡Permíteme presentarte al TDAH! Son el alma de la fiesta".
«¿Alguien ha visto al Bipolar Dos?»
Esto suena como algo que oirías en una clase de psicología o en un ejercicio de terapia de grupo, ¿verdad? Si escucharas una conversación como ésta en la calle, asumirías que los participantes están bromeando o estarías realmente preocupado por su salud mental. Nadie se presenta por el nombre de su enfermedad mental.
Entonces, ¿por qué dejamos a menudo que se convierta en una parte tan importante de nuestras identidades?
Antes de continuar, quiero asegurarme de que sepas que soy una persona que habla abiertamente sobre su salud mental. Tengo un diagnóstico de TDAH (Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad) y Trastorno Depresivo Mayor, y aunque no tengo un diagnóstico “oficial” de ansiedad o TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo) he lidiado con síntomas de ambos trastornos de forma intermitente a lo largo de mi vida. He ido a terapia durante varios años y tomo medicación para mi cerebro todos los días.
En resumen: estoy totalmente a favor de conversaciones honestas y abiertas sobre la salud mental, especialmente en contextos de iglesia, donde ese tema no siempre ha sido bienvenido. Después de sufrir en silencio durante la mayor parte de la secundaria y la universidad, me he propuesto ser transparente sobre mi salud mental con la esperanza de animar a quienes estén caminando por una senda similar.
Y/también…
Estoy aprendiendo a ser más consciente de cómo hablo sobre mi salud mental —y no solo de cómo lo hago con los demás, sino también conmigo misma. Porque si no tengo cuidado, puedo comenzar a vivir como si el TDAH, la depresión, la ansiedad, etc., no fueran solo el resultado de vivir con un cerebro que siente los efectos de un mundo caído, sino una parte inquebrantable de quién soy.
Y eso, amigas, es una mentira.
Estos trastornos pueden ser una espina clavada de por vida, pero no tienen derecho a reclamar mi vida como suya. Mi vida le pertenece a Aquel cuya carne fue traspasada por espinas que eran para mí, el Cordero de Dios que colgó en una cruz por pecados que aún no había cometido, el León de Judá que hizo rugir de nuevo sus propios huesos secos y trajo los míos con Él.
Hay días en los que me quedo en la cama después de que la alarma me sobresalta, mirando la pared con los ojos nublados y preguntándome cómo voy a sacar fuerzas para levantarme y enfrentar el día. A veces sigo allí mucho después de lo que había planeado, y puedo sentir cómo la vergüenza empieza a cubrirme como una manta pesada.
Estás dejando que tu TDAH/depresión/ansiedad gane otra vez.
Así es como eres.
El día ya se acabó, así que mejor vuelve a dormir.
¿Para qué intentar mejorar si tu propia mente está en tu contra?
Y durante un tiempo dolorosamente largo, escuché esa vergüenza. Creí sus mentiras sobre mi identidad. Dejé que me dijera mi propio nombre.
Pero recientemente, he empezado a escuchar una voz diferente en mañanas como ésta. Y esto es lo que esa voz me dice:
“Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes, el mismo que levantó a Cristo Jesús de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que habita en ustedes.” — Romanos 8:11 (NVI)
El Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en mí.
El Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes.
El Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en nosotros.
Si el Espíritu que vive en nosotros es el mismo que levantó a Jesús de entre los muertos, entonces es lógico pensar que ese Espíritu también puede darme la fuerza para levantarme de la cama.
Sí, habrá días en que sentiremos que nuestra enfermedad mental ganó.
Habrá días en que no nos levantemos de la cama.
Habrá días en que será necesario dejar que nuestro cerebro y cuerpo descansen de la batalla por un rato.
Pero esos días no nos definen.
Esos días no tienen derecho a decir quiénes somos.
Esos días no pueden reclamar nuestra identidad como suya.
Puede que yo sea una persona que lucha con enfermedades mentales. Puede que tú también lo seas; o tal vez seas una persona que ama a alguien que lucha así. La verdad es que tal vez nunca superemos completamente esta lucha de este lado de la eternidad.
Pero hay otra verdad, aún más grande, y es esta:
Somos hijas del Dios Viviente, Aquel que formó las fibras más profundas de nuestro ser —incluyendo nuestros cerebros— con sus propias manos. Él, que sopló vida al mundo, ha escrito nuestras historias, y podemos confiar en que cada detalle, incluso nuestro diagnóstico, es para nuestro bien y para Su gloria.
Así que, dicho eso…
Hola, mi nombre es Kati. Lucho con enfermedades mentales, pero también soy una hija amada del Buen Padre, una amiga preciosa del Salvador Resucitado y un lugar donde habita el Espíritu de la Verdad.
¿Y tú? ¿Cuál es tu nombre?
ACERCA DE NUESTRA BLOGUERA:
Kati Lynn Tena creció en el condado de Chester y se graduó de la escuela secundaria Oxford Area High School. Después de obtener su licenciatura en escritura en la Universidad de Pittsburgh, regresó a la zona y consiguió un trabajo en una biblioteca local. Siete años después, un hombre entró en la biblioteca buscando DVDs y le hizo un cumplido a uno de sus tatuajes. En abril de 2025, Kati se casó con este hombre, y actualmente ambos están viviendo la historia de amor que Dios escribió para ellos en una adorable casita en la misma calle donde ella creció. Kati trabaja actualmente a tiempo parcial en marketing para un centro juvenil local, y pasa el resto de su tiempo disfrutando con su esposo y amigos, trabajando en sus propios proyectos de escritura y arte, y mejorando lentamente su español.
ACERCA DE NUESTRA TRADUCTORA:
Liliana Daza es la hermana mayor de 4 hijas de una familia colombiana muy conservadora. Oriundos de un pequeño pueblo ubicado en el Oriente de Colombia en frontera con Venezuela donde creció y pasó su niñez. Luego se mudó a la capital para terminar sus estudios superiores en el área de tecnología. En el año 2011 se trasladó a los Estados Unidos junto con su familia debido a una oportunidad laboral. Desde temprano, Liliana ha sentido un llamado para servir y apoyar a la comunidad, por lo que aprovecha cada oportunidad que Dios pone en su camino para este propósito. Liliana disfruta de un buen café negro, viajar, comer buena comida, especialmente cuando viaja. Liliana hace parte de la Iglesia Willowdale en español casi desde sus inicios.