El por qué ya no digo "Tiempo de quietud"

He prohibido personalmente la frase "tiempo de quietud".

Lo mismo ocurre con "tiempo con Jesús".

"Tiempo con el Señor".

"Tiempo de calidad con Dios".

Y cualquier otra variante de esa frase.

Al leer esto, ¿qué tipo de imágenes se te vienen a la mente? Aquí está la mía:

Temprano por la mañana. Velas encendidas. Una habitación con luz tenue o un espacio tranquilo en algún lugar del bosque. Una Biblia abierta, un cuaderno con ideas escritas, un bolígrafo, un montón de destacadores. El sonido de suaves instrumentos musicales o el balanceo de las hojas en tus oídos. Una mente atenta. Un corazón que se siente pleno, feliz, contento, cerca de su Creador. Ojos cerrados. Manos juntas. Palabras susurradas.

Es una imagen hermosa, ¿verdad? Es lo que siempre he querido que sean mis "momentos de tranquilidad": un estado tanto interno, como externo, de paz y serenidad.

Pero esta es la realidad:

Me cuesta mucho (y me ha costado toda la vida) madrugar. Es un buen día si tengo tiempo suficiente para ducharme y quizás algo para comer o beber un poco de agua antes de salir corriendo a donde tenga que ir, probablemente con 15 minutos de retraso. Ha habido días y días en los que mi Biblia está intacta, las páginas de mi diario en blanco, mis bolígrafos y destacadores guardados. A veces me aseguro de poner música relajante de alabanza (otra frase con la que tengo algunos problemas) mientras me cepillo los dientes o conduzco al trabajo. En los días realmente buenos, incluso aprovecho el tiempo que llevo conduciendo para orar. Y por mucho que me guste pasar tiempo con Dios en la naturaleza, rara vez se me ocurre tomar mi Biblia de excursión.

Lo que digo es que… los días en que logro mi "tiempo de tranquilidad ideal" son realmente escasos. Y en el resto de los días, me siento un poco como la niña que no cumplió con las expectativas de su padre. Imagino a Dios sacudiendo la cabeza y dando golpecitos con el pie, esperando a que me recupere lo suficiente para pasar el tiempo que Él exige para Él.

Fácilmente olvido que Su actitud hacia mí es como la de unos brazos extendidos que esperan. Como la de un padre contando los segundos para que su hija entre por la puerta, y así tomarla en sus brazos y alzarla por encima de su cabeza, con carcajadas de alegría.

Y aquí está la otra verdad: mi "tiempo diario con Él" (o semanal, o incluso mensual durante esas épocas particularmente difíciles) no es, ni nunca ha sido, mi único tiempo con Él.

Mi tiempo con Él es cada día.

Cada momento.

Cada respiración.

Él vive en mí, y yo en Él.

Claro que esos momentos de estudio intencional de las Escrituras son importantes. Claro que Él anhela que estemos en Su Palabra, que bebamos del pozo inagotable de Su bondad y sabiduría. Claro que Él quiere que hagamos de la oración una de nuestras mayores prioridades.

Pero a veces me pregunto (a riesgo de parecer más hacia la gracia que hacía la verdad), si quizás al Señor le importa más los corazones abiertos, que a los libros abiertos (Biblias, diarios de escritura diaria, comentarios teológicos, etc.).

Tener la Biblia siempre a mano (ya sea en libro o en el teléfono) es una experiencia relativamente nueva para la iglesia cristiana. De hecho, es un privilegio para quienes vivimos en países donde nuestra fe aún no está prohibida (y que nunca debemos darlo por sentado).

Pero antes de que el pueblo de Dios tuviera acceso directo a su palabra, tenía acceso directo a Él. Después de que Jesús hizo posible la restauración de la relación entre el Padre y sus hijos descarriados, prometió a quienes creyeron en Él que siempre estaría con ellos. Todavía no podemos ver sus ojos sonrientes ni sentir la calidez de sus brazos, pero Él está aquí.

Más cerca que el aliento que da vida a nuestros pulmones.

Más cerca que el corazón que late contra nuestro pecho.

Más cerca que la piel que reviste nuestros huesos frágiles.

Emanuel no es una palabra reservada para la Navidad. Es una declaración de una realidad transformadora en donde el mismo Dios que pinta un nuevo atardecer cada noche, es el Dios que se nombró a sí mismo para que recordáramos (cada vez que lo decimos, cantamos o sollozamos), que Él está con nosotros.

No avergonzaré ni juzgaré a nadie que use términos como "tiempo con Jesús" o "pasar tiempo con Dios". A veces, yo también recaigo en ese hábito.

Pero la próxima vez que encuentres esa frase en la punta de la lengua, te animo a hacer una pausa, respirar profunda y lentamente, y recordarle a tu alma esta verdad:

No importa cuán silencioso o ruidoso sea el espacio en el que te encuentres, Dios está contigo.

Incluso ahora, estás pasando tiempo con Él.

Incluso ahora, Él está aquí.

ACERCA DE NUESTRA BLOGUERA:

Kati Lynn Tena creció en el condado de Chester y se graduó de la escuela secundaria Oxford Area High School. Después de obtener su licenciatura en escritura en la Universidad de Pittsburgh, regresó a la zona y consiguió un trabajo en una biblioteca local. Siete años después, un hombre entró en la biblioteca buscando DVDs y le hizo un cumplido a uno de sus tatuajes. En abril de 2025, Kati se casó con este hombre, y actualmente ambos están viviendo la historia de amor que Dios escribió para ellos en una adorable casita en la misma calle donde ella creció. Kati trabaja actualmente a tiempo parcial en marketing para un centro juvenil local, y pasa el resto de su tiempo disfrutando con su esposo y amigos, trabajando en sus propios proyectos de escritura y arte, y mejorando lentamente su español.

ACERCA DE NUESTRA TRADUCTORA:

Andrea Aballay es de profesión Ingeniera Agrónomo y máster en Ciencia, aunque en los últimos años Dios le ha entregado nuevos dones en el arte de la decoración y manualidades. Ella es muy detallista y comprometida en todas las labores que se le encomiendan. Nació en Santiago de Chile, y tuvo una oportunidad laboral aquí en USA, por lo cual llegó a este país a finales de 2009. Ella está casada con Jorge, tienen dos adorables niños y viven en Delaware. Aunque Andrea y Jorge en Chile estudiaron en la misma universidad, misma carrera y tienen múltiples amigos en común, se conocieron aquí en Estados Unidos (ese fue el plan de Dios). Ambos sirven en el ministerio de niños y en distintos ministerios en el servicio en español. A Andrea le gusta la comida saludable, hacer ejercicios, además le encanta viajar a lugares nuevos, reunirse con sus amigos y conversar con otros, especialmente lo que Dios ha hecho en sus vidas.