Este verano fui en busca de Estados Unidos. Quería encontrar los lugares que tenía en mente; los lugares sobre los que siempre había leído y visto en películas. Durante más de 20 años, tuve la romántica idea de conducir hasta la costa oeste por la antigua Ruta 66. Me encantan los coches, la música y los viajes por carretera, así que me pareció una forma ideal de experimentar una parte de la historia automovilística estadounidense tan alabada por los músicos. Mi querida familia, a la que también le encanta la cultura americana y las atracciones cursis junto a la carretera, se unió a esta aventura descabellada, y así emprendimos nuestro viaje torbellino de nueve días de Chicago a Los Ángeles.
Vimos muchísimos paisajes asombrosos y tuvimos experiencias muy interesantes a lo largo de nuestra ruta. También visitamos algunos Parques Nacionales, Monumentos y Sitios Históricos; ver petroglifos, madera petrificada y pueblos milenarios fue una experiencia conmovedora.
Me han preguntado varias veces qué fue lo mejor del viaje para mí, y sin duda puedo decir que fue la sensación de aventura - sin saber qué nos encontraríamos en la siguiente curva. ¿Qué gasolinera bellamente restaurada podríamos ver? ¿Qué hombre gigante y loco sosteniendo un mofle de carro o qué atracción en la carretera? ¿No podríamos pasar el puente y nos haría subir por un camino de tierra junto a una adorable cabrita trepando a un árbol partido?
Al reflexionar sobre el viaje, pienso en la oración que hicimos a lo largo del trayecto: «Señor, haz que veamos con tus ojos». Esta oración fue respondida una y otra vez en la gente que conocimos. El dueño del hotel Wagon Wheel en Cuba, Missouri, lucha por mantener su pequeño negocio familiar hasta su aniversario 100 de la Ruta 66 el próximo año. Pienso en el anciano que ha estado vendiendo hermosas joyas de plata artesanales en Arizona y necesitaba mi ayuda con la máquina de tarjetas de crédito de su tienda. Pienso en la oración que hicimos con el dueño del restaurante en la Ruta 66, que lo puso todo para que saliera adelante (excepto instalar máquinas tragamonedas) y que cerraría sus puertas a finales de junio. Pienso en el personal de las tiendas de recuerdos de la carretera, los hoteles, los restaurantes cuyos logotipos incluían versículos bíblicos y, sobre todo, en los demás viajeros que conocimos. Todas estas personas fueron acogedoras y amables. Eran libros abiertos con sus vidas y experiencias, y buscaban los mismos intangibles que mi pequeña familia. La letra de la canción "América" de Simon y Garfunkel no dejaba de rondarme la cabeza durante el viaje. "...todos han venido a buscar a América".
Si es cierto que las personas son un producto de la tierra, ¡entonces nuestra América es acogedora, cálida y un poco rara y chiflada!
El viaje por la histórica Carretera Madre este verano me recordó que todos somos viajeros. Buscamos emociones a la vuelta de la esquina, esperando ver qué obstáculo u oportunidad se presenta y encontrando una comunidad en el camino.
Dios ha puesto la eternidad en nuestros corazones, y así como yo partí en busca de América este verano, todos partimos en busca de nuestro hogar eterno.
¿Terminará tu viaje en la presencia de Jesús?
“De hecho, sabemos que, si esta tienda de campaña en que vivimos se deshace, tenemos de Dios un edificio, una casa eterna en el cielo, no construida por manos humanas .” 2 Corintios 5:1
Como dijo el famoso Agustín: “Nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”.
ACERCA DE NUESTRA BLOGUERA
Sarah Flowers vive en la campestre ciudad de Chadds Ford, donde ella está rodeada de belleza y conexión con la tierra y su historia. Le encanta el café y las flores y conocer a Jesús. Eterna aprendiz, busca seguir el plan de Dios para llevar la justicia a los menos favorecidos. Sarah se declara optimista en serie y melómana; ¡siempre hay un camino hacia el lado soleado y una banda sonora para el viaje! Es madre y esposa y una exalumna agradecida de la Universidad de Northwood. Sus experiencias anteriores incluyen profesional de la industria automotriz y diva de los zapatos. Sarah sirve en el equipo de diáconos en la capilla de Willowdale.
ACERCA DE NUESTRA TRADUCTORA
Ana León nació en México y emigró a los Estados Unidos a los 9 años. Vivía en Kennett Square, Pennsylvania, pero su familia se mudó a Wilmington, Delaware, donde Ana conoció a su novio de la secundaria con quien ha estado casada por más de 13 años. Son padres de dos niños, uno de 14 años y otro de 11 años. Ana ha traducido e interpretado profesionalmente por más de 13 años. Comenzó a asistir a Willowdale En Español en el 2018 y sirvió como una de las intérpretes del servicio durante un año. Actualmente es parte del personal de Willowdale como la Coordinadora de los Programas del Ministerio de Niños. En su tiempo libre le gusta ir a la playa, pintar, leer, y escribir.