Algo que me encanta del verano es el cambio de ritmo, ¿no estás de acuerdo? El resto del año se siente como una carrera. Los niños tienen más actividades con la escuela, tal vez más extracurriculares, y todo simplemente se mueve más rápido. Pero el verano se siente como una invitación a desacelerar, re enfocarnos y respirar.
Durante el verano paso mucho tiempo sentada en el porche delantero de la casa de mis padres. Me encanta salir allí por la mañana con mi té. Me encanta volver a sentarme allí por la tarde, ver a los niños jugar, a veces comiendo helado o sandía. E incluso después de acostar a los niños, a menudo vuelvo al mismo lugar, para despedirme del día, para simplemente disfrutar y descansar. Y pienso para mí misma: «¿No sería maravilloso tener esta paz todo el año, y no solo en los días de verano?».
Afortunadamente, Jesús nos invita a algo aún mejor que esto. Nos ofrece un ritmo más lento y centrado cada día. Nos invita a sentarnos con Él.
Ahora bien, cuando hablo del verbo “sentarse”, me refiero a una postura espiritual. Por supuesto, puede incluir sentarse físicamente, pero lo más importante es que se trata del corazón.
Sentados con Cristo
Efesios 2:4–7 (NTV)
Pero Dios es tan rico en misericordia y nos amó tanto, que a pesar de que estábamos muertos por causa de nuestros pecados, nos dio vida cuando levantó a Cristo de los muertos. (¡Es solo por la gracia de Dios que ustedes han sido salvos!) Pues nos levantó de los muertos junto con Cristo y nos sentó con él en los lugares celestiales porque estamos unidos a Cristo Jesús. De modo que, en los tiempos futuros, Dios puede ponernos como ejemplo de la increíble riqueza de su gracia y de su bondad hacia nosotros, como se ve en todo lo que ha hecho por los que estamos unidos a Cristo Jesús.
Este pasaje no solo dice que fuimos levantados a la vida—dice que fuimos sentados con Cristo en los lugares celestiales. ¿Por qué? Porque estamos unidos a Él. Esa palabra “sentados” lo cambia todo. Redefine cómo nos vemos a nosotros mismos. Ya no somos el centro de nuestras vidas—ya estamos sentados con Jesús. Si creemos en Él, no solo nos ha rescatado; nos ha posicionado en lugares celestiales. Aunque aún vivimos en la tierra, nuestra ciudadanía está en el cielo.
Esto debió ser impactante para la audiencia original de Pablo, especialmente los gentiles. Recuerda que los judíos y gentiles no se llevaban bien. No se “sentaban” juntos. Pero el evangelio es para todos—judíos y no judíos por igual. Dios nos une no solo con Él, sino también entre nosotros.
Ahora bien, ¿por qué es importante que Jesús mismo esté sentado? Veamos Hebreos 10.
Veamos Hebreos 10:9–18
Hebreos 10:9–18 (Extracto)
Bajo el antiguo pacto, el sacerdote ministraba de pie ante el altar día tras día, ofreciendo los mismos sacrificios una y otra vez, los cuales nunca podían quitar los pecados. Pero nuestro Sumo Sacerdote se ofreció a sí mismo a Dios como un solo sacrificio por los pecados, válido para siempre. Luego se sentó en el lugar de honor a la derecha de Dios… Pues mediante esa única ofrenda, él perfeccionó para siempre a los que está haciendo santos… “Nunca más me acordaré de sus pecados y maldades.”
Bajo el antiguo pacto, los sacerdotes nunca se sentaban, no podían hacerlo. Su trabajo nunca terminaba. Pero Jesús, nuestro Gran Sumo Sacerdote, se ofreció a sí mismo de una vez por todas, y luego se sentó. ¿Por qué? Porque la obra de la redención está completa. No hay más sacrificios que hacer.
Y ahora, Él nos invita a sentarnos con Él, a descansar en lo que Él ya ha hecho.
Sentados y llenos
Juan 6:35
Jesús les respondió: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí nunca más tendrá hambre; el que cree en mí no tendrá sed jamás.”
Jesús nos invita a alimentarnos del pan vivo—Él mismo. Pero a menudo nos conformamos con comida espiritual rápida y luego nos preguntamos por qué nos sentimos vacíos. Como dijo un pastor, muchos tratamos de sobrevivir toda la semana con el “pan” espiritual que recibimos el domingo. Pero así como los israelitas tenían que recoger el maná cada día, necesitamos alimento fresco del Señor cada día.
Soy culpable de intentar «llenarme» demasiado rápido. ¿Alguien más? Puedo leer mi Biblia y hacer mi devocional, pero lo hago rápido, como beber un batido en lugar de sentarme a comer una comida de verdad. ¿Y por qué no tengo tiempo? Porque dejo que otras cosas me distraigan.
Es como cuando mis hijos quieren levantarse de la mesa después de solo unos bocados. Todavía no comprenden la belleza y los beneficios de una comida lenta y compartida. Pero nosotros, como adultos, sabemos la importancia de quedarnos en la mesa, de construir relaciones.
De hecho, después de dos décadas de investigación, los científicos de Harvard han confirmado lo que instintivamente sabemos: sentarse a comer juntos mejora la salud mental, fomenta la conexión, reduce el acoso, promueve hábitos más saludables y mucho más.
Si eso es lo que sucede cuando nos sentamos con la familia, imagina lo que sucede cuando nos sentamos con Jesús y Su Palabra.
Salmo 34:8
Prueben y vean que el Señor es bueno.
Quizás tu agenda está llena. Pero ¿y si pudieras levantarte un poco más temprano? ¿Escuchar la Escritura durante el camino al trabajo? ¿Meditar en un solo versículo durante el día? Déjalo entrar, déjalo nutrirte.
Cuando adoptamos esta postura diaria de sentarnos con Jesús, el Espíritu Santo digiere Su Palabra en nuestro corazón y nos transforma.
Sentados y transformados
Cuando ocupamos el lugar que Jesús nos ha preparado y nos deleitamos en Su Palabra, nuestra forma de vivir se transforma. Nuestra identidad en Cristo da forma a nuestra realidad aquí en la tierra. Podemos descansar. Podemos dejar de esforzarnos. Podemos liberarnos de las comparaciones y los deseos mundanos, porque estamos sentados con el Rey de reyes.
Colosenses 3:1–4
Ya que han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. Piensen en las cosas del cielo, no en las de la tierra. Pues ustedes han muerto a esta vida, y su verdadera vida está escondida con Cristo en Dios. Y cuando Cristo, quien es la vida de ustedes, sea revelado al mundo entero, ustedes participarán de toda su gloria.
Esta posición también nos da autoridad espiritual.
Efesios 1 nos dice que Dios sentó a Cristo a su derecha, muy por encima de todos los poderes y autoridades. Y como estamos en Cristo, compartimos esa autoridad. El enemigo tratará de distraernos de esta verdad. Quiere ocupar nuestros pensamientos con mentiras. Pero podemos resistirlo. ¿Cómo? A través de la oración. No luchamos con nuestras propias fuerzas, sino que oramos en el nombre de Jesús porque estamos sentados con Él.
Así que si te sientes seco, o lejos de Dios—si tu hambre por Su Palabra se ha debilitado—ora. Pídele que avive ese deseo otra vez. No dejes que las mentiras del enemigo te roben tu asiento. Cuando cada día elegimos sentarnos con Jesús, somos menos susceptibles a esas mentiras.
Cuando entendemos que estamos sentados con el Rey del universo, todo cambia. Dejamos de obsesionarnos con nosotros mismos y comenzamos a enfocarnos en Él. Vemos Su amor, Su ternura y Su verdad. Descansamos en la seguridad de quiénes somos en Él.
Me encanta cómo concluye Efesios 2:7:
Así, en los tiempos futuros, Dios puede ponernos como ejemplo de la increíble riqueza de su gracia y de su bondad hacia nosotros, como se ve en todo lo que ha hecho por los que estamos unidos a Cristo Jesús.
Dios muestra al mundo Su gracia a través de nosotros—los que estamos sentados con Cristo.
Así que te animo: vive desde tu asiento con Jesús.
Siéntate. Únete a Él. Llénate. Transfórmate.
Así como yo me dirijo a esa silla del porche cada vez que puedo, ve y toma tu asiento con Jesús hoy.
Él ya está allí—esperándote.
ACERCA DE NUESTRA BLOGUERA:
Maritza Zavala Smith nació en Guanajuato, México, y se trasladó a los Estados Unidos cuando tenía siete años. Estudió Salud Pública en Penn State, donde conoció a su esposo. Llevan 8 años casados y tienen dos niños gemelos y una bebe. A Maritza le encanta viajar y bailar salsa. Cuando no está deleitándose con el té verde matcha con leche y estando al aire libre con sus seres queridos, puedes encontrarla aventurándose con su tribu a través de los libros.
ACERCA DE NUESTRA TRADUCTORA:
Liliana Daza es la hermana mayor de 4 hijas de una familia colombiana muy conservadora. Oriundos de un pequeño pueblo ubicado en el Oriente de Colombia en frontera con Venezuela donde creció y pasó su niñez. Luego se mudó a la capital para terminar sus estudios superiores en el área de tecnología. En el año 2011 se trasladó a los Estados Unidos junto con su familia debido a una oportunidad laboral. Desde temprano, Liliana ha sentido un llamado para servir y apoyar a la comunidad, por lo que aprovecha cada oportunidad que Dios pone en su camino para este propósito. Liliana disfruta de un buen café negro, viajar, comer buena comida, especialmente cuando viaja. Liliana hace parte de la Iglesia Willowdale en español casi desde sus inicios.