Salí hacia mi carro para llevar a mi hijo al preescolar y luego irme al trabajo. Entré al carro, presioné el botón de encendido y escuché: “chu chu chu.” Qué extraño. Lo intenté de nuevo. “Chu chu chu.” ¿En serio?! ¡Tengo lugares a donde ir! ¡Vamos, Dios, ayúdame aquí! No importa, lo resolveré por mi cuenta.